
Hace mucho que no escribo, pido disculpas por mi ausencia, finalmente me contagié de Covid, y me quedé muy cansada por varias semanas y la verdad me faltaba inspiración.
Antes estuve de viaje, fue un viaje de lo más acontecido. Realmente tengo mucho para contar. Hice una bitácora de mi viaje a Chile, que está cargadita, pero la guardaré para el futuro, hoy quiero hablarte de otro tema.
Te cuento que me preparaba para hacer una meditación de sanación. Me han sorprendido los resultados y estoy muy emocionada, pero esa es otra historia. Lo siento estoy un poco dispersa. Volviendo a mi idea original, estaba yo con mis audífonos muy dispuesta, la meditación me sugirió ponerme cómoda.
Acto seguido me incorporé un poco, para estar en una mejor posición. De repente mi mañana perfecta dió un giro de 180 grados.
Al cambiar mi posición, el teléfono se deslizó del bolsillo de la bata. Se balanceó, se soltó del cable del audífono, salió volando y se introdujo limpiamente por unas rendijas de la terraza que miden menos de un centímetro.
Me quedé perpleja por unos segundos…

Mi sorpresa fué mayúscula, no lo podía creer. En mi cabeza se repetía un nuevo mantra, «no lo puedo creer, no es posible, no puede ser». Pensé en las posibilidades de haber logrado introducir el teléfono en la ranura al primer intento, si ese hubiese sido mi deseo.
Este incidente me hizo reflexionar sobre lo mucho que he cambiado, en otro momento de mi vida hubiese sido víctima de una furia loca. Mi enojo habría sido sonoro, estruendoso, me hubiese sacudido con una pataleta gritando improperios. Destruido todo el piso, para rescatar a el teléfono traidor.

Increíblemente no me molesté y me avoqué a solucionar mi problema tratando de generar el menor daño posible en la madera, no lo logré. En honor a la verdad, no fue un rescate limpio, hice algunos destrozos en el piso, pero fue más por impaciencia, si he cambiado, pero no tanto.
Luego de rescatar el móvil me tomé mi café y procedí a hacer la meditación. Soy una mujer de ideas fijas y no iba a cambiar mis planes, por culpa de un teléfono volador.
En mi tiempo de reflexión pensé en los imposibles, cuántas veces no abandonamos nuestros sueños más bonitos por considerarlos imposibles. Por escuchar a los que «saben más».
Mi pequeña tragedia cotidiana me puso en contacto con esa parte de mi que sueña, que cree en la magia y espera siempre que ocurra un milagro por más imposible que parezca.
Aunque no todos los milagros ocurran en el tiempo que quiero o simplemente jamás se materialicen siempre, siempre, es mejor vivir con esperanza e ilusión en el porvenir.
¿Qué sueños que te parecían inalcanzables has concretado en tu vida? ¿Crees en el poder de la magia? Te invito a revisar tus imposibles. Escríbeme.