
No te pasa, que lees un post o una frase y te dices: «Qué bonito, me hubiese gustado haberla escrito yo», pues así me pasó con esta belleza de carta de Charo Vargas @Charo Vargas. Hay tanta verdad, que no podía dejar de compartirla.
Gracias Charo.
«Hola querida jefa,
Espero que estés de maravilla.
Te escribo desde el verdor balinés, en una cafetería en medio de los arrozales que he decidido que será mi coworking durante el tiempo que me queda por aquí.
En el coworking “oficial”, que por cierto tengo pagado pero no estoy utilizando, no me sentía nada bien a nivel interno. El cuerpo me decía “Charo, aquí no es”. Así que busqué otro lugar. El dinero perdido es dinero invertido en sentirme bien, la mejor inversión.
Exploré distintas ubicaciones en Ubud y ayer encontré esta cafetería. Aquí me siento agradecida y donde sentimos gratitud, ahí es. Al menos para mí.
Ayer, en este mismo lugar, viví un terremoto.
No es el primero que experimento en Indonesia, ya en Tejakula, un lugar de costa, viví otros dos.
El de ayer fué más largo e intenso.
Estaba yo en medio de mi escritura cuando de repente el mundo se paró y la tierra empezó a moverse.
Yo me quedé quieta, procesando qué estaba pasando y observando cómo todo se movía.
Entonces una camarera me pidió que fuera con ella a un lugar abierto, porque cuando hay terremotos has de ponerte donde no te pueda caer nada encima.
Me moví a campo abierto junto con el resto de las personas que estábamos allí, clientes y personal de la cafetería y en unos segundos la tierra se paró.
Después de eso, todos nos miramos y nos preguntamos si estábamos bien.
Pasó lo que siempre pasa cuando algo nos devuelve a nuestra escala de hormiguitas que no tienen ningún control sobre la vida: que nos colocamos todos al mismo nivel y nos unimos.
Cuando pasa algo realmente importante nos dejamos de gilipolleces. Caen las armaduras, los problemas del primer mundo ya no importan y las personas somos equipo. Y es muy bonito.
Esto lo he vivido también en los hospitales, otro lugar donde las corazas se quedan fuera y solo somos humanitos frágiles y vulnerables.
Vulnerabilidad, qué sensación tan liberadora. Y qué curioso que el ego, que va de listo pero no tiene ni p*t* idea, nos esté pidiendo constantemente que la ocultemos y nos avergoncemos de ella cuando es lo más auténtico que tenemos…
En fin… Fue una experiencia bonita y también potente que me ha recordado que la vida está para celebrarla cada día y que algo mucho, muchísimo más grande que yo es lo que lleva los mandos, lo que toma las grandes decisiones.
Ahora, con tu permiso sigo celebrando que estoy vida y que la tierra debajo de mis pies está tranquila.
Pasa un gran día, jefa.».
¿No te parece una belleza de carta? Resalta las frases que me movieron más.