Cuando aprendes a ver la belleza y la luz en otros puedes reconocer la tuya propia. Como en el cuento del patito feo, el “patito feo” admiro la belleza pura y elegante de los cisnes, antes de mirarse en el reflejo del agua y encontrarse con su propia imagen igual de bella y hermosa. La belleza y la fealdad está siempre en los ojos del que mira.